Despertarse y ver la luz de la mañana es algo simple, pues no presenta complicaciones. Basta abrir los ojos para apreciarlo. Por supuesto, detrás de esa luz hay procesos complejos que nos sobrepasan y nos los explica la astronomía: la Tierra gira alrededor del Sol.
Lo simple, si lo miramos bien, es lo maravilloso.
Mis hijos y yo sembramos unas flores para atraer mariposas. Una mañana, nos despertamos y al mirar por la ventana, vimos a una oruga paseándose lenta entre las flores.
¡Mira mami! Gritaron los dos con una emoción en su voz que parecía de fuegos artificiales.
Una oruga caminando entre las flores. Un cuadro de algo que sucede a diario en todos los jardines de mariposas del planeta. Y aún así, algo tan impresionante.
Sin embargo, cuando le contamos este hecho a dos o tres adultos inmersos en la velocidad del mundo, ninguno pareció sorprenderse: mirada plana y sin emoción ante el milagro de la vida.
Una oruga, significaba para nosotros que una mariposa había venido a nuestro jardín a poner su huevo. Un huevo diminuto que sobrevivió a la lluvia y a las lagartijas, pegado de una hoja, aferrado a su existencia.
Una oruga, significaba que pronto habría una mariposa nueva que nacería en nuestro jardín.
Era -ni más ni menos- que el éxito de nuestro plan inicial: atraer mariposas.
Mis hijos estaban tan emocionados como preocupados por proteger a la oruga. La contemplaban. A cada rato, salían a asegurarse de que todavía estaba bien, de que seguía engordando, y calculaban si habría suficiente algodoncillo para que siguiera comiendo.
Así pasamos la tarde. Contemplando.
La vida siguió, teníamos que irnos a dormir, porque esta vez el sol brillaba naranja, listo para esconderse.
Al otro día, no vimos a la oruga. Hubo pánico ¿se la habrá comido una lagartija?
La buscamos, la llamamos.
Y de pronto, en una pared exterior de la casa, vimos que se había colgado para empezar a armar su capullo. Se había subido lejos de las plantas, quizás para prevenir ser presa fácil de otros bichos.
Vimos con otro amanecer que formaba su capullo. Pero había miedo de que la tumbara un gato, de que la mordiera una lagartija.
Entonces, decidimos salvarla con un hilo para colgarla en el baño que menos usamos en la casa. La colgamos ahí porque ya habíamos investigado: cuando se rompe el capullo, sale agua y a mi hija le pareció buena idea que el agua cayera en la ducha. Ahí estuvo cambiando de verde a transparente. Podíamos ver a la mariposa monarca adentro del capullo sellado con hilo dorado. Y una mañana, al abrir los ojos para contemplar el sol, fuimos todos corriendo al baño.
Ahí estaba ella, la mariposa.
Algo que suena tan simple para los adultos a los que les contamos esta historia y no asomaron asombro.
Algo que a algunos les parece trivial pero lo celebran cuando un niño lo cuenta para no parecer desconectados.
La vida misma había nacido, en su oscuridad y silencio, en un sitio tan poco romántico como el baño de una casa.
Delicadamente, mis hijos la sacaron a las plantas donde habíamos visto a la oruga que ya no estaba, que se había transformado en una belleza hecha para volar.
Pacientes, la vimos mover sus alas,y salir a explorar nuestro pequeño universo: nuestro jardín de mariposas.
Algo que sucede todos los días en cualquier jardín de mariposas del mundo, era ahora también nuestro, porque tuvimos la idea de detenernos a apreciarlo. Saber mirar con ojos profundos lo que parece más simple, es la enseñanza más grande que nos ofrecen los niños. Ellos nos recuerdan que es ese el secreto para apreciar la grandeza de la existencia.
Por eso, cuando leo noticias feas, cuando siento una profunda decepción por lo que pasa en el mundo; cuando me doy cuenta de que en este país donde vivo gobierna un presidente sin corazón, me aferro a eso.
Me abrazo con fuerza a lo simple, a lo que fluye sin esfuerzo. Me aferro a lo que sale del corazón, del jardín, a cada momento en el que el planeta Tierra sucede el milagro de la vida, a la maravilla que es poder apreciar la salida y la puesta del sol.
Y agradezco el milagro de ser mamá y la fortuna de vivir intensamente a través de la mirada profunda de mis hijos.
Foto: pixabay
Desde mi casa con mis hijos siento la misma conexion sencilla y preciosa del amor a la vida. Gracias
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gracias a ti por leer y compartir este sentimiento!
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